Cristian Halire
La pandemia de coronavirus pone a prueba a la familia
El confinamiento a raíz del Covid-19 ha puesto a las familias en una situación excepcional, la de pasar las veinticuatro horas juntos, en casa. Una situación agobiante pero, también, una oportunidad de pasar un difícil examen familiar en el que no hace falta sacar un sobresaliente: con un aprobado, basta.
Dos semanas en casa, con los hijos. Ejerciendo de padres y madres las veinticuatro horas del día. Sin apenas poder salir y con la incertidumbre sobrevolando nuestras vidas. La perspectiva, no nos vamos a engañar, es dura. Para empezar, porque la situación obliga a cambiar, drásticamente, de ritmo. Y eso cuesta en una sociedad adicta a una hiperactividad a la que los pequeños no son ajenos. En los últimos años los niños han sido arrastrados a unas existencias frenéticas. A unas jornadas en las que escasean el juego libre y las horas sin pautar que han sido sustituidos por agendas de ministro, trufadas de horas de colegio, extraescolares, pantallas y constantes actividades.
Hay que cultivar el autocontrol para evitar más tensión de la necesaria
Por ello, insiste: “Los padres hemos de potenciar los roles que ya tenemos y añadir el de psicólogos. Empezando por la gestión de las emociones, tanto las propias como las de los hijos”. La primera emoción a gestionar será la sensación de agobio, que surgirá a menudo, en menores y adultos. “La clave es no agobiarse cuando el hijo diga ¡me aburro!”, recomienda Brossa. Esta frase va a ser pronunciada decenas de veces durante el confinamiento y por ello conviene recordar dos cosas: que –incluso en estas circunstancias– los padres no somos responsables a tiempo completo del ocio de nuestros hijos (noción instalada en los estilos de crianza actuales). Y que el aburrimiento puede ser positivo, porque este estado puede propulsar la ansiada creatividad.
Que esto ocurra depende también de que los padres marquen límites: una herramienta que va a ser básica estos días. Además de los límites, la paciencia será también muy necesaria. Ante pataletas, frustraciones, gritos y peleas entre hermanos, mucha calma. “Lo importante es no estresarnos. Que cuando la criatura se enfurezca, el padre o la madre lo vean como una cosa normal y no pierdan los estribos”, aconseja Brossa. El autocontrol de los adultos va a tener que cultivarse estos días para evitar más momentos tensos de los necesarios. Como también es necesario darnos espacios individuales.
Las rutinas y las pequeñas obligaciones son básicas para mantener la armonía
Y para ello, es importante diseñar un horario. No hay especialista en salud mental que no recomiende establecer rutinas en esta situación de confinamiento. “Es básico”, dice Maribel Martínez. “Porque toda nuestra vida está absolutamente desmontada y sin horarios y con todo el día por delante, podríamos hacer la cama o no hacerla o comer a las tres de la tarde o no comer”. ¿Cómo empezar a organizarse? “Cuidando los biorritmos de la vida cotidiana y ordenando la vida familiar: lo primero, levantarnos todos a una hora razonable”, proponen ambas especialistas. Pero, ¿no está bien que alguno se despierte antes o después, para procurar esos espacios individuales? “Bueno, no hace falta ir a ritmo marcial pero tampoco que cada uno haga lo que le dé la gana, porque entonces los biorritmos van a cambiar mucho y la familia se ve totalmente desestructurada. Así que lo primero es tener unos horarios similares”, insiste Martínez.
Padres por turnos: mientras uno teletrabaja, el otro se dedica a los niños
Eso no quiere decir, matiza, que estén siempre encima: “También hay espacios para cada uno, para la pareja y para que los niños jueguen a su aire”. Por suerte, dice, juegan muchísimo solos, un hábito saludable que quizás se recupere después de esta crisis. Barbara y su marido son propietarios de El Morro Fi, una cadena de bares que han tenido que cerrar de forma temporal. “Obviamente, no podemos trabajar desde casa por lo que es más fácil organizarnos. Tenemos una cierta ventaja”, dice.
Porque hay muchas progenitores a los que al agobio de estar confinados con las criaturas se les añade el de tener que teletrabajar. Es el caso de Jane y Daniel, padres de un niña de cinco y un niño de un año. “La rutina familiar la hemos organizado alrededor de cinco comidas al día”, explica la madre. “Lo hicimos para tener algo de estructura y, la verdad, está ayudando”. Como “es imposible dejarlos entretenidos”, hacen turnos para estar con los hijos mientras el otro trabaja algo que, confiesa, tampoco es sencillo: “Están pasando tantas cosas que la concentración en una tarea medianamente compleja es muy complicada”, dice. Sin desdeñar el trabajo, la prioridad de la pareja es la tranquilidad de la familia: “Lo primero es nuestra salud mental”.
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